De entre todas las cosas que explico del viaje hay tres historias que son las que más cuento y las que más me gusta contar.
Una de ellas y la última que me pasó ya os la he contado, es cuando fui a comer al Restaurante Soup-ya, especializad: sonrisas. El primer sitio donde pienso ir cuando vuelva a Tokio. Evidentemente no se acordaran de mi, pero esta vez pienso ser yo quien les recuerde (en el magnifico japonés que tendré entonces) el recuerdo que tengo de ellos.
La primera cosa que nos dejo marcada cuando llegamos el primer día a Tokio fue lo dispuesta que esta la gente a ayudarte. Al llegar a la Estación Central de Tokio desde el aeropuerto lo primero que te encuentras es un maremagnun de gente yendo de un lado a otro. Es el momento cuando te das cuenta de donde estas. Oleadas de personas moviéndose por los andenes cada vez que llegaba un tren, tú con la maleta que pesa como un cerdo en brazos, de un lado para otro intentando buscar entre los carteles alguna señal de la línea que necesitas. A todo esto hay que añadirle la emoción de ser los primeros pasos que das del viaje que llevas tanto tiempo preparando y esperando. En este momento estábamos todos reunidos mirando los carteles cuando una azafata de AirFrance (yo creo que de nuestro vuelo) nos pregunta en ingles a donde nos dirigimos. Una vez indicado nuestro destino desaparece unos instantes. Cuando vuelve nos explica a donde nos tenemos que dirigir. Aquí ya es cuando pensamos "que maja es la gente, así da gusto viajar por aquí, va a ser verdad todo eso que dices que aquí la gente es muy amable". Con una sonrisa en la cara continuamos nuestro periplo por el trasporte publico.

Al llegar a la estación en la que teníamos que cambiar de línea la cosa se complico. No veíamos ningún cartel indicando la dirección que debíamos seguir para llegar a la línea que necesitábamos. En ese momento se nos acerca de una persona que en un perfecto ingles (por lo menos así me pareció), nos pregunta si necesitábamos ayuda y a donde nos dirigíamos. Como habíamos hecho 20 minutos antes con la azafata le indicamos nuestro destino. Nos dice que vayamos con ella que nos acompaña. Yo pensaba que estaría ahí al lado pero resulta que para ir a la línea que necesitábamos debíamos salir de la estación y entrar en otra estación. Mientras nos iba dirigiendo nos hablaba de ella, de donde venia y cosas así. Al entrar en la estación nos llevo hasta la máquina de billetes, nos enseño como sacar los billetes y hasta que no cruzamos las barreras no se despidió de nosotros. No solo nos acompaña a la estación, a la cual ella no iba, sino que además se asegura de que cojamos los billetes y vayamos en buena dirección. Creo que esta situación nos influyo para todo el viaje. Te da unas energías positivas que hacen que afrontes el viaje con una sonrisa. ¿Cuando hemos hecho nosotros eso por alguien?
La tercera nos paso en Kioto. Nuestro hotel estaba en un barrio muy tranquilo. Alrededor había comercios pequeños y edificios bajos, nada de rascacielos. Cerca del hotel había un restaurante pequeño, seguramente era un negocio familiar. Habría unas 4 o 5 mesas y tenían el béisbol en la televisión. Mirando en nuestra guía de conversación le pedimos a la camarera que nos aconsejara sobre el menú. Casi todos la hicimos caso y pedimos su recomendación. Nunca había comido pasta fría, con cubitos de hielo y todo, pero la verdad es que estaba muy bueno y con el calor que hacia se agradecía. Una vez que terminamos salimos del restaurante. En la calle, al pasar delante de la puerta de la cocina del restaurante salió una mujer mayor a toda prisa. Nos dijo algo en japonés. Yo al principio no entendí lo que decía, me había sorprendió al verla salir a toda prisa de la cocina. Oí de fondo que nos estaba preguntando de donde éramos. Todos respondimos que de España, en ese momento sonrío y dijo algo más que no recuerdo (o que no entendí, véase cualquiera de las dos opciones). Después de eso nos hizo una reverencia de 180 grados y nos dio la gracias. Ahí, ya si que me quede perplejo (= flipando en colores). Todos la devolvimos la reverencia y con una sonrisa nos despedimos y continuamos nuestro camino. Nos íbamos mirando entre nosotros sin saber muy bien que cara poner. De verdad hay personas muy amables. Ahora ya sabéis cual va ser el primer restaurante donde iré a comer en Kioto.
No son grandes historias, pero si son de las que más me gusta contar.
Esta claro que dentro de no mucho tendré que volver a Japón. Me he dejado muchos compromisos sin cumplir.