Hoy he estado viendo las fotos de un amigo que ha estado de vacaciones en Tailandia. Con una mochila al hombro y muchas ganas han recorrido medio país. Reservaron solo hotel para los primeros días y después se iban buscando la vida día a día. Han hecho trekking en la selva con un guía, durmiéndo en un poblado cual Chuck Norris en la guerra de Vietnam, con sus gorrinos y todo. Han visitado playas de película y nadado en ríos de ensueño. Durante el viaje han utilizado diversos medios de trasportes, tales como autobús, tren, metro, skytrain, tuc-tuc (foto), sangtaew, avión y bicicleta .
Bicicleta, ahí quería yo llegar. Viéndole pasearse por Bangkok y otras ciudades, con su aire despreocupado y sonrisa del que sabe que le quedan un montón de días de vacaciones, me ha dado una gran envidia. Pero no esa envidia sana, la envidia que te da cuando ves a un amigo disfrutar, no. Me ha dado esa envidia cochina, en la que deseas que no vuelva a tener nunca más vacaciones, la que reconcome por dentro.
Para purificarme, he pensado una cosilla. El año que viene cuando vuelva a Tokio pienso hacerme con una bicicleta y recorrerme media ciudad. Visitar las zonas que están entre los grandes núcleos, conocer los barrios en los que el edificio más alto tiene dos plantas, las calles en las que los vecinos barren su parcela de acera, donde los niños echan carreras con bichos, o como el refranero popular español/japonés diría, donde Naruto perdió el mechero. Así que he decidido comenzar mi lista de Sitios donde ir con uno genérico, recorrer las pequeñas calles de Tokio en bicicleta.
¿Alguien se anima a venir conmigo?